En el sector de la Construcción en los últimos 12 años hubo una meseta en cuanto a movimiento de ejecutivos, por un esquema de mercado con poca competencia. Siendo esto un rubro en el cual se prevé una “explosión” de dinamismo el año que viene, decidimos empezar a especializarnos y entender como se podrían dar los cambios a nivel directivo. Para entender que tipo de empresas serán los protagonistas de estos movimientos de ejecutivos, antes hay que entender cuales son las condiciones que faltan cumplir para que se den los cambios en la industria de la construcción.

Para un desarrollo rápido de la construcción y de la infraestructura se necesitan inyecciones de capitales, que -ante la falta de profundidad del mercado de capitales- por su mayoría tienen que provenir desde el exterior, tanto de empresas multinacionales como de organismos internacionales (BID, Banco Mundial, CAF, etc.). Lo que los extranjeros se preguntan es: “¿Que seguridades puede brindarnos Argentina para nuestras inversiones?”.

Podríamos dividir las seguridades que hacen falta en cuatro categorías, comenzando de las más cercanas en cuanto a posibilidades de cumplimiento:

        1)       Seguridad económico-financiera.

Argentina es un país volátil, con una estructura cíclica de la economía. Este concepto no es amigable para los inversores, sobretodo si en sus países no vivieron nunca estos niveles de dispersión. El primer paso para hacia la generación de confianza es el control del fenómeno inflacionario. El mismo genera imprevisibilidad en la estructura de costos, manejo de riesgos financieros en los proyectos, y tasas de interés muy altas para compensar estos riesgos. En sustancia, con un bajo nivel de riesgo las tasas de interés son mas bajas y los proyectos ganan en atractivo, de consecuencia las empresas y los inversores en general están incentivados a utilizar los fondos para proyectos como la infraestructura o la construcción en general. En definitiva, la baja en la tasa hará que varios proyectos pasen a ser más rentables que la inversión financiera. Esta categoría es central y ya hay señales de disminución considerable (en el índice de riesgo país de JP Morgan, el EMBI+, el riesgo país se redujo un veinte por ciento de 542 a 436 en el transcurso del último año).

         2)       Seguridad legal y fiscal

El acuerdo que el Gobierno logró con los holdouts fue una meta importante, dando una señal sobre las ganas de Argentina de “hacer las cosas bien”. Pero el acuerdo para la negociación de la deuda-país no parece ser suficiente, otros dos puntos preocupan a los inversores extranjeros: la tutela de las empresas en un contexto de colaboración publico-privada (que es el corazón de los proyectos de construcción y sobretodo de infraestructura) y un sistema impositivo todavía con espacio para ser mejorado. Este respaldo legal es una necesidad para todas las inversiones a nivel global, al punto que en un reciente informe de McKinsey se afirma que el desafío importante para las instituciones y para las empresas locales es bajar el riesgo y aclarar las incertidumbres asociadas con los acuerdos que se podrían llevar a cabo en el sector. Desde el punto de vista fiscal, se estarían terminando los lineamientos principales de la reforma impositiva que el sector y el empresariado en general están reclamando, y se esperan noticias concretas antes de fin de año.

          3)       Seguridad política

El tema de la seguridad política para la atracción de inversiones parece ser el más importante en el mediano plazo. Cuando hablamos de seguridad política nos referimos -en sustancia- a una continuidad de estrategia-país de largo plazo, consensuada ante los principales partidos políticos y actores económicos del país. Señales como la invitación de Massa por parte de Macri al viaje a Davos -en ocasión del Foro Económico Mundial- ayudan en esta línea, mientras no ayuda la ausencia de sindicalistas y miembros de la oposición al foro de inversiones (“Mini-Davos”) organizado en septiembre 2016. La mayoría de los proyectos de infraestructura y construcción -sobretodo los que Argentina necesita- tienen un plazo de ejecución de tres o más años, en los cuales es necesario saber que las políticas del gobierno serán estables y que el poder ejecutivo de turno esté determinado a completar el programa empezado en 2015. Hace ya varios años en Argentina se pide por un símil “Pacto de la Moncloa”, el cual resulta poco probable (si antes no hubiera una crisis político-económica profunda). Para obtener estabilidad política el gobierno necesita tener un buen resultado en las elecciones de 2017 y para llegar a este objetivo se necesitan resultados visibles a los ojos de la opinión pública. Por esta razón nos permitimos afirmar que, en parte, las inversiones están condicionadas del voto popular y de la imagen que el gobierno podrá trasmitir de los resultados alcanzados a mitad 2017. El rebus para Argentina no es, entonces, solo orientado a los resultados concretos sino también existe una necesidad de comunicación política, que está empujando el Gobierno a tomar decisiones sin tanto respaldo/organización, con el objetivo de mostrar resultados concretos a su electorado antes de las elecciones de 2017. A futuro la única forma de hacer que los inversores conservadores avancen con proyectos a más de cuatro años en Argentina es trasmitir independencia de los proyectos por sobre el marco político.

           4)       Seguridad de largo plazo

El cuarto punto es relativo a un cambio cultural, evidentemente es el cambio más difícil para los argentinos. Es un cambio de manera de hacer negocios, de interactuar con los demás países. Es el cambio que puede cerrar el ciclo y hacer del país una verdadera joya de crecimiento, rica de recursos naturales, de recursos humanos especializados, de mano de obra calificada y no calificada, de ideas y de ganas de crecer. El cambio se puede resumir en un concepto: hay que alejarse de la idea de los argentinos como problem-solvers y transformarse en planificadores de desarrollo y crecimiento, hay que pasar de un cortoplacismo orientado al retorno rápido de las inversiones a un largoplacismo orientado a la estrategia económico-financiero. Desde muchos (demasiados) años, se exaltan las habilidades de los argentinos en revertir las situaciones, en “buscarle la vuelta”, en arremangarse en periodos de dificultad para resurgir; se enfatiza la flexibilidad y la adaptación a los cambios, el saber solucionar problemas de carácter financiero y el saber sobrevivir en un mercado complicado; esta forma de afrontar los problemas termina moldeando la forma en la que se lleva adelante el país. Lo que se necesita es canalizar estas habilidades para buscar soluciones de largo plazo, resignando en el corto plazo y mirando más hacia el futuro.

Analizando las características del mercado consideramos que los movimientos de ejecutivos pueden ocurrir principalmente en las siguientes líneas, y (a priori) deberían tener el siguiente orden:

          a)       Las empresas nacionales históricas. Son las empresas que si bien tuvieron una fuerte conexión con el gobierno anterior, representan una especie de institución en el mercado argentino y no solo van a sobrevivir al cambio, sino que pueden aprovecharlo para consolidar sus beneficios. En este tipo de estructuras se podrían abrir buenas oportunidades profesionales, sobretodo en nuevas líneas de negocio que exploran rincones de mercado que nunca fueron el expertise principal de la empresa;

          b)       Las empresas nacionales medianas, que trabajaron poco con el Estado en estos últimos años. Estas empresas pueden ser la verdadera revelación del mercado, empresas que vienen performando bien, creando un buen network y creciendo en los últimos años, con estructuras livianas y eficientes. Es un momento clave para estas organizaciones, ya que las necesidades y los proyectos son muchos y pueden aprovechar cada uno su especialidad para ganar licitaciones. Estos players pueden tener un interés particular en asociarse en UTEs con multinacionales, pueden ofrecer buenas oportunidades, para ejecutivos que residen en el exterior y que pueden volcar su experiencia adquirida afuera para profesionalizar estructuras en crecimiento;

           c)        Las empresas multinacionales. Probablemente los proyectos más complicados del lado técnico o de gran tamaño sean oportunidades para estas empresas. Como anticipamos en el punto b) estas empresas -además de aliarse entre ellas- pueden tener en las empresas nacionales un buen aliado, que los ayude a entender la idiosincrasia argentina y a moverse en un ambiente local. En esta etapa inicial es probable que frente a una necesidad puedan cubrir internamente la vacante. Algunos de estos players multinacionales no están presentes hoy en día en el mercado argentino. Son empresas con buen nivel técnico y presencia internacional afirmada, que están muy interesados en entrar en este mercado, comprando una empresa en venta (punto c)) o asociándose en UTEs con otras empresas activas en el mercado y con buenas proyecciones. En estas empresas existen buenas oportunidades, ya que probablemente -mas allá de alguna posición de numero 1 expatriado- pensarían en construir una estructura de management ejecutiva local.

Las empresas nacionales con fuerte crecimiento en los últimos años, basados en el trabajo con el Estado. Estos players probablemente necesitan un cambio profundo y rápido de management, para enfrentar la reducción del volumen de negocio. Otra opción que tienen estas empresas es la venta a inversores extranjeros interesados en entrar en el mercado. Estas empresas tienen pocas posibilidades de incorporación de nuevos directores hasta tanto no se terminen de acomodar a esta transición.

En cuanto a cambios de ejecutivos, los tiempos son relativos ya que en este escenario las empresas tendrán que tener claro y asentado su cuadro de dirección, y anticipar de 6-8 meses este escenario: es el momento de mantener el CV lo más actualizado posible, el verano podría ser mas caliente que otros años para las constructoras.